“Embébete de la capacidad de fantasía
ten valor para la verdad
agudiza tu sentido de responsabilidad anímica”
Rudolf Steiner. 6 de Septiembre de 1919

En los años 70, Aaron Antonovsky (1923-1994), médico y sociólogo, desarrolla un nuevo concepto de salud, la “saluto-génesis” (del latín salus= salud, dicha, gracia; y del griego genese= origen, generación). Este surge en contraposición al imperante aún hoy en buena parte de la medicina, la“pato-génesis” (del griego pathen= sufrimiento; genese= origen, generación). Nos dice A. Antonovsky que la salud no es estática sino un proceso en continuo desarrollo, donde nuestra propia capacidad de gestionar la vida y el estrés, son decisivos a la hora de superar la fluctuación de la salud. La revolución de este concepto es centrar la mirada en los factores que fomentan la salud. Deja patente el poder y la responsabilidad que cada individuo tiene de generar realidades salutíferas propias, tanto mentales como físicas. La verdadera salud la creamos; el habla, la postura o la actitud ante el mundo, delatan nuestra propia voluntad de enriquecernos a nosotros mismos.

En el panorama educativo y social actual es patente la infravaloración de la sensomotricidad, así como de la acción y la expresión propias que marcan la individualidad. A ello se suma el obstáculo de una fantasía excesivamente condicionada por la continua exposición a imágenes terminadas, limitantes y caricaturescas con que nos inundan los medios, el material didáctico o lúdico…, invadiendo el mundo interior del niño. Estas representaciones inflexibles, chillonas y llenas de juicio o expectativas del adulto han ido degradando el concepto de “lo infantil”, convirtiéndolo en un producto específico, separado de la realidad, que niega y deforma perniciosamente la verdadera percepción infantil. Todo ello atenta contra un proceso madurativo sano, suplanta el accionar e interactuar real del niño, lo anula. Afecta así su salud y perjudica gravemente la formación de su personalidad, sus recursos personales, su fantasía, y en definitiva, su inteligencia emocional, sin la cual tampoco se desarrolla sanamente su capacidad intelectiva o memorística.

Ante esta anulación y saturación insanas, aparecen disfunciones de comportamiento, de aprendizaje o incluso físicas, que alertan de la falta de salud. Actualmente, estos desordenes afectan al universo anímico del infante de tal forma que se dan casos graves de falta de alegría y desinterés por el mundo. Cada vez surgen más nombres de “patologías” relacionadas con el comportamiento, que dan lugar a tratamientos para acotar los síntomas a corto plazo, pero con consecuencias nefastas a medio y largo plazo. Todo pasa por el robo de tiempo y espacios a una maduración sana del infante. Es necesario recuperar esos espacios de interacción directa con el mundo, de inocencia sin especulación prematura, ni exigencias externas abusivas que bloquean el proceso natural de maduración y autoregulación.

En este sentido, con respecto a la exposición mediática, Edwin Hübner habla de la “mayoridad mediática”, como una meta prioritaria de la educación actual, “que debe proporcionar autonomía y autoregulación, con el fin de capacitar a nuestra sociedad futura para protegerse a sí misma de la tecnología”. Usarla con sentido y autodeterminación, sin dependencia. Con este objetivo, es preciso establecer condiciones para que surja y prevalezca la pregunta propia del individuo ante la búsqueda de respuestas en la tecnología.

La capacidad de autodirigirse debe ser adquirida y fortalecida durante la infancia, previamente a la exposición a tecnologías que debilitan la orientación, dado que esta habilidad no se practica ante un utensilio de navegación, capaz de poner rumbo e imponer las imágenes que definen el mundo, ante la ausente participación del individuo no maduro. Concluye Edwin Hübner, “La abstinencia mediática infantil es la base para la posterior mayoridad mediática…, debemos fomentar oportunidades de adquirir fortaleza interior, madurez anímica e independencia durante la infancia”, de modo tal que, “… por un lado puedan estar capacitados para confrontarse con las tentaciones de la época mediática…, y por otro lado, sean capaces de implementar aparatos técnicos para sus propias iniciativas”.

Reestablecer ese natural interés por el mundo, pasa necesariamente por hacernos conscientes de los desafíos que presenta nuestra sociedad, sin sucumbir a la tendencia. La participación del niño en los hábitos y destrezas cotidianas de su entorno le hacen sentir alegría de vida, alimentan una coherencia que da sentido y veracidad al mundo. El vivir experiencias propias genera esa autoregulación que sostiene, según la salutogénesis, un sistema inmunitario fuerte, gracias a un sentido de vida activo y vigorizante, capaz de sanarnos o, en el peor de los casos, mejorar nuestra calidad de vida. Por un lado, ese contacto real, se convertirá en la capacidad de contemplar la verdad de manera independiente, esto es, de ser capaces de tener un juicio propio. Por otro lado, de esa seguridad en un mundo conocido y confiable, emana una coherencia de vida capaz de despertar el pensamiento claro, móvil y bien estructurado. Esto permite aspirar a transformar el mundo desde uno mismo, a conducirse de forma autónoma.

En este sentido cultivar herramientas de autocompetencia supone un revulsivo educativo, que inflama de vitalidad e incentiva la acción directa y la expresión personal. Esto a su vez, contribuye a ampliar los espacios de posibilitación para el auto-dominio. Este es un punto delicado, pues no tiene sentido entender el auto-dominio como una represión de los impulsos en pos de posibles habilidades, sino todo lo contrario, se trata de la necesidad de vivenciarlos para transformarlos y conducirlos. Ello es la base de la maduración sana de las competencias propias.

La posibilidad de desarrollar una fantasía sana y propia durante la infancia, a través de juegos cantados, canciones y cuentos, dota de una vitalidad singular al infante. Impera integrar en nuestros programas educativos espacios de movimiento libre, así como un acceso cotidiano a entornos naturales, o dar valor a propuestas diversas de expresión artística. En esta parcela, los objetivos son individuales, variados y flexibles, y el propio proceso de auto-descubrimiento saludable es la finalidad misma de la actividad. Todo ello contribuye a una preparación higiénica para enfrentarse con alegría y salud a un entorno que no podemos prever, pero que serán capaces de transformar, gracias a las herramientas adquiridas al abrigo de una infancia cuidada.

En palabras de Michaela Glöckler en relación a la Salutogénesis, se refiere a Antonovsky.A: “compara la vida con un río que puede tener profundidades, remolinos, escollos e impurezas que tienen que ser vencidos. Su pregunta no es ¿cómo puedo escapar a los peligros al hallarme en el río?, sino ¿cómo puedo convertirme en un buen nadador?”. Después añade: “La salud del ser humano moderno depende de cómo se piensa a sí mismo”, y añadiría que este pensamiento viene dado, en su cualidad más profunda, por cómo nuestros referentes durante la infancia hablaban y se comprendían a sí mismos y a su entorno. De ahí la importancia del contacto comprometido, personal y respetado entre alumno, familia y docente, donde el adulto sea auténtico así como lo es el niño. Y continúa Michaela “…tener experiencias de vida, redescubrirlas… Solo así pueden ser adquiridas cualidades de carácter humano como respeto, veneración, serenidad interior, devoción, amor y veracidad, llegando a la autonomía y la autenticidad”.

Ser capaces de salir fortalecidos de los tropiezos tanto personales como de salud, de extraer el aprendizaje que nos regala cada proceso, con entereza, sin abandonarse al miedo al sufrimiento, enriquece nuestra personalidad y fuerza interna con la misma entereza y vigor que seamos capaces de reunir para superar los obstáculos.

Bibliografía:
Köner, Henning (2008). Sobre los niños temerosos, tristes o inquietos
Glöcker, Mickaela (2003). Ser niño hoy
Glöcker, Mickaela y varios autores (2008). La dignidad del niño pequeño
Hübner, Edwin (2019). Pedagogía mediática orientada al desarrollo en la era de la desaparición de la escritura
Goddard -Blythe, Sally (2017). El niño bien equilibrado

Autora: María Estefanía Romero Morillo. Maestra Ed. Infantil, Escuela Internacional Waldorf Sevilla Girasol

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