El niño pequeño comprende su entorno a través de sus manos. Mientras explora el mundo sus estructuras. Más tarde desarrolla a través del pensamiento los conceptos. El niño de Jardín de Infancia debe experimentar una actividad ejecutada de forma razonable y amorosa de forma que pueda imitar un acto lleno de sentido. El niño en edad escolar se ejercita hasta que llega a realizar cualquier actividad manual hábilmente. Una actividad externa conlleva siempre actividad mental interior. Cuanta más esmerada es esta actividad, más sutil es también el pensamiento. Los pequeños la desarrollan a través de juegos. Más tarde se aprende a tocar la flauta, a tejer, a coser, a hilar. Unos dedos ágiles crean un pensamiento ágil.
La principal meta de la Pedagogía Waldorf es el sano desarrollo del cuerpo, el alma y el espíritu del niño. En nuestro mundo moderno el trabajo intelectual es cada vez más importante. El trabajo con las manos disminuye y las posibilidades de practicar un movimiento saludable son cada vez menores. Un niño no puede entender a una máquina. Los trastornos de la percepción sensorial aumentan (véase Affolter, Ayres).
Ya en su día Kant afirmaba que la mano era el cerebro exterior del hombre. El niño pequeño aprende primero a andar, luego a hablar y finalmente a pensar. Las primeras experiencias son aún totalmente inconscientes. El niño comprende el mundo a través de sus sentidos y sus propios actos, sólo es capaz de “comprender” aquello que puede tocar con sus manos. De esta forma se generan los primeros conceptos. En los primeros años el niño aprende, en tanto en cuanto que imita, todo aquello que se encuentra. Por ello debería experimentar solamente actos llenos de sentido común y de amor. En la edad escolar el niño es conducido en el mundo por su maestro, al cual sigue con gusto. El niño siempre desea perfeccionar sus capacidades, ejercitarse es importante. Ya en la etapa adolescente adquiere una primera relación de juicio hacia el mundo. Pasa del juego al trabajo.
El niño supera los reflejos y movimientos primarios mediante su propia actividad y a través del juego alcanza una imagen inconsciente del movimiento, al mismo tiempo que desarrolla las delicadas estructuras del sistema nervioso. El movimiento hábil de los dedos es condición previa al habla, en la movilidad de los dedos se puede reconocer la fase de desarrollo del lenguaje (Kolzowa). Muchos terapeutas utilizan el movimiento para tratar problemas de desarrollo (Affolter, Ayres, Frosting). También muchas escuelas Waldorf trabajan en este sentido, por ejemplo según McAllen.
Especialmente en el Jardín de Infancia Waldorf y en las primeras clases de la Escuela Waldorf se concede gran importancia al movimiento de los dedos. Los educadores realizan con los niños juegos rítmicos de dedos al mismo tiempo que recitan pequeños versos, el maestro de clase practica con sus alumnos ejercicios de orientación del propio cuerpo. Se aprenden las tablas de multiplicar o el alfabeto con la ayuda de pasos rítmicos o palmadas, se recitan poesías y se ajusta el paso a ellas rítmicamente. Desde la primera clase la pintura despierta el sentido artístico y la habilidad de los dedos.
En otras materias se continua esta información. Ya en la primera clase de la Escuela Waldorf el niño aprende a tocar la flauta. Este debe colocar sus dedos cuidadosamente y para ello debe mirar a su profesor y escuchar el propio tono. Todos los alumnos en la Escuela Waldorf son formados en la realización de trabajos manuales y aprenden a tejer y a coser. Los objetos creados deben poder ser empleados en algo práctico, por ejemplo unos pequeños paños de cocina, una camisa o un calzado. Cualquier objeto debe ser bello y práctico al mismo tiempo. Desde 1919 la Pedagogía Waldorf intenta formar un pensamiento vivo en el niño a través del hábil manejo de sus dedos.
Karl- Reinhard Kummer