Dale luz y la oscuridad desaparecerá por sí misma.

Erasmo de Rotterdam

Es posible que a estas alturas no vayamos a desvelarte nada nuevo, o sí, si te decimos que Halloween tiene sus raíces en el Samhain, un antiguo festival celta que se celebraba para agradecer a la tierra el fin de la cosecha. El solsticio de otoño traía consigo el pistoletazo de salida al nuevo año en este calendario ancestral. Terminaba la etapa de la luz y el calor y comenzaba un tiempo nuevo de oscuridad y frío. Dualidades, en definitiva, que enriquecen y definen la vida misma.

 

En el pasado, esta fecha también coincidía con una festividad de acercamiento a los seres queridos que ya se fueron. La luz tenue de las velas servía para guiarles en su camino de vuelta a casa, y los dulces eran una ofrenda, una señal para mostrarles respeto y gratitud a pesar de estar ya en otros planos.

Con el paso de los siglos, la poderosa sociedad de consumo ha ido moldeando toda esta herencia con sus tenaces dedos hasta hilar un imaginario tenebroso, lúgubre y sombrío que se sirve en bandeja a los más pequeños cada 31 de octubre. Qué contradicción, ¿verdad? Pero aléjate por un momento de todo ese ruido, escúchate y escucha a tus hijos. ¿Crees sinceramente que se divierten con el terror? ¿consideras que todas esas imágenes que ven en su entorno en estas fechas les enriquecen o les aportan algo positivo en su desarrollo? Lisi, mamá en la Escuela Internacional Waldorf Sevilla Girasol, tiene claro que no.

Teacher Lisi, como la llaman los niños y niñas en la escuela, ha celebrado Halloween desde que era una niña. «Me encantaba que en esta época del año mi casa se llenara de  granadas, mandarinas, castañas y, sobre todo, que en la cocina estuviera la gran calabaza que vaciábamos y decorábamos con una velita en su interior», recuerda. Sus hermanos y ella esperaban con emoción que oscureciera para salir a hacer el recorrido trick-or-treat en la urbanización en la que residían en la sierra norte de Madrid, donde vivían también decenas de familias americanas. Por aquel entonces Halloween no era tan popular en España y la celebración no tenía esos tintes sombríos que nos invaden hoy. 

Años después, cuando su familia estuvo viviendo en Austin, donde nacieron sus dos hijos, disfrutaron de nuevo de esta fiesta que tanto le gusta, decorando su casa, disfrazándose y eligiendo una calabaza que se transformaría en su Jack-O’-Lantern. De alguna manera, esa sigue siendo la clave de la celebración en sus clases de inglés en la escuela.La Pedagogía Waldorf integra con los niños todo lo que tiene que ver con la estaciones del año y los ritmos de la naturaleza. Y en Halloween en la clase de inglés se trata, por tanto, de experimentar y vivir esta fiesta popular anglosajona de una manera respetuosa siempre con la sensibilidad de los niños y centrada en el agradecimiento a la tierra con respeto y amor, sin dramatismos ni imágenes tenebrosas. Vaciar y tallar la calabaza en clase. Ver, tocar y oler las semillas que tiene en su interior como parte del aprendizaje que se hace a lo largo del mes de octubre sobre la cosecha, y tostarlas con aceite de oliva para compartirlas con una pizquita de sal. También hacen juegos populares y realizan manualidades que los niños esperan con mucha ilusión.

 

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